Desde México a nuestra Argentina, 
la copla bajó por sobre el geológico espinazo cordillerano del continente 
atando lenguas y corazones, fijando un alma y un idioma comunes, 
poniéndole palabras a nuestros desmesurados silencios planetarios, 
donde el hombre americano, síntesis de todas las razas, 
convive con su madre tierra, 
ama y trabaja atado a un solo destino: 
la unión definitiva de Nuestra América



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